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Artesanas mexicanas buscan mantener vivas sus historias

Artesanas mexicanas buscan mantener vivas sus historias

(Agencias)
Por Mariángel Calderón

En los Altos de Chiapas y en el resto del país las raíces ancestrales continúan vivas, las voces de los pueblos indígenas siguen contando las historias de México entre los hilos de los bordados del arte textil que con sus colores recuerdan la vitalidad de los pueblos originarios que sin embargo, permanecen viendo dificultades para que su cosmovisión sea visibilizada, respetada y valorada.

María Teresa tiene 27 años de edad, vive en una comunidad del municipio de Zinacantán, en Chiapas, con voz cantarina recuerda el día en el que su madre y su abuela le enseñaron a dar vida a un montón de madejas de hilo y pedazos de tela, al principio fue difícil y su enseñanza no fue muy diferente a las de otras mujeres en el país, la amenaza de un palo en su mano la obligó a aprender muy rápido, “así nos enseñaban antes”, dijo a Notimex.

Teresa realiza arte textil en telar, también borda a mano y en máquina, ella es parte de Malacate Taller Experimental Textil, ahora cuenta con certezas y herramientas para comercializar su trabajo, que a saber, puede llegar a tardar hasta poco menos de tres meses en confeccionar una sola blusa, ello, ante una serie de procedimientos que van desde la selección de los materiales y diseños, hasta la elaboración artesanal de la prenda.

“Quiero que conozcan mi trabajo, quiero que les guste mi trabajo, me siento feliz de que les guste”, apuntó al añadir que se trata de recuperar los diseños antiguos, es decir, la manera en la que vestían y confeccionaban la ropa sus ancestros, antes no sabíamos que era importante el trabajo antiguo, ya lo estamos recuperando”.

María López vive en la misma comunidad, tiene 39 años, desde los 12 aprendió a tejer, a bordar y a dibujar los diseños que plasma en las prendas que confecciona; ella, creció entre los hilos de colores que su abuela tendía para luego bordarlos; antes confeccionaba manteles y servilletas, pero a partir de su incursión en el taller su trabajo cambió para hacer blusas, vestidos, mañanitas y ponchos.

“Estoy contenta, cuando voy a bordar pienso en que fecha voy a entregar mi trabajo y ya tengo mi paga, estoy feliz porque ya nos conocen, ya nuestro trabajo va a la Ciudad de México, ya sabemos que nuestro trabajo vale, antes no sabíamos si valoraban o no nuestro trabajo, ahora los pedidos son muchos”.

Karla Pérez es antropóloga y lo que comenzó como una mera investigación terminó en el proyecto Malacate, que opera en comunidades de Chiapas desde hace ya 12 año; para ella, la danza, las lenguas, el canto y los textiles son la manera que tienen los pueblos originarios de continuar transmitiendo su historia a las nuevas generaciones, incluso se sabe que en el periodo colonial no sólo reinaba la transmisión oral del conocimiento, sino que ésta también se hacía mediante el arte textil, presente a lo largo y ancho del país.

La fundadora del taller que entre otros objetivos busca fortalecer a las mujeres artesanas mediante la generación de ingresos propios, así como la recuperación, desde la investigación, de diseños y técnicas que se han dejado de hacer, puntualizó en la necesidad de evidenciar que el trabajo artesanal requiere de diversos y elaborados procesos.

En ese sentido, añadió que la presencia de revendedores que malbaratan el trabajo de estas personas, así como de firmas de moda transnacionales que plagian estos diseños invisibilizan el arduo trabajo que existe detrás de cada prenda.

Así, detalló que los procesos para la elaboración de diferentes piezas de arte textil consideran aspectos que van desde la adquisición de materias primas, para lo que a veces se deben desplazar fuera de sus comunidades, hasta urdir los hilos, es decir, la separación de los mismos para convertirlos en madejas, así como la urdimbre de estos, que consiste en la colocación en el telar.

En algunos sitios, detalló, continúan utilizando atole de maíz para hacerlos más resistentes, lo que les lleva extensas horas de trabajo, la labor artesanal textil también incluye el montaje de los telares y la separación de los hilos de la urdimbre, mientras que si las piezas nacen de telares de cintura el tiempo de confección aumenta.

Lo anterior, se suma a que en ocasiones deben lavar, secar y planchar las prendas, lo que se complementa con las condiciones climáticas a las que se enfrentan y que pueden dificultar el tejido o secado de las piezas.

Además estas mujeres, que son portadoras de conocimiento ancestral ven dificultades para comercializar sus trabajos, entre algunas de estas destacan las barreras del idioma, la falta de espacios funcionales para exponer su arte, así como la falta de redes de comercialización de sus trabajos.

Ello, se suma a la existencia de relaciones desleales dentro de las comunidades con revendedores que les compran sus productos a precios injustos, lo que se mitigaría con el establecimiento de precios justos y parejos por regiones, ello, aunado a falta de orientación respecto a la organización para trabajar y difundir sus trabajos.

La antropóloga puntualizó en la necesidad de crear políticas públicas que eviten y sancionen el plagio de diseños tradicionales mexicanos, ante la existencia de diversos casos de firmas que los reproducen sin ser obligados a pagar regalías a los pueblos originarios, “lo que implica que se invisibilicen los procesos y el trabajo que hay detrás”.

Otro factor en contra es el ingreso de productos importados, en su mayoría de origen chino, que se ofertan como artículos artesanales, que se realizan en maquila, tendencia que se observa en todo el país y que impacta de manera negativa en la percepción del trabajo artesanal mexicano.

Entre otras de las dificultades que enfrentan los integrantes de los pueblos originarios para ofertar sus trabajos son los desplazamientos de sus tierras, así como los contextos de violencia en los que viven inmersos, de lo que se trata, dijo, es de mirar a estos pueblos como portadores de conocimiento ancestral, sin este eterno enfoque de asistencialismo y estereotipos que victimizan a estas comunidades, sino simplemente como personas que tienen entre sus manos las historias vivas que dan identidad a los mexicanos.

De acuerdo con cifras del INEGI, en México existen 12 millones de personas que realizan trabajos artesanales, 35 por ciento son hombres y 65 por ciento mujeres.