Andrés Manuel López Obrador concluye el año con un ritmo de trabajo pocas veces visto en el primer mes de gobierno de un Presidente: veinte ruedas de prensa y 10 viajes a estados de la República en vuelos comerciales.

Ha acudido a tomas de protesta de gobernadores, ha tenido reuniones semanales con su gabinete y correligionarios en las cámaras de diputados y de senadores, y a diario se reúne con su gabinete de seguridad.

Cualquiera pensaría que López Obrador tiene prisa por concretar lo que llama la Cuarta Transformación. Ya puso en marcha sus proyectos bandera: el Tren Maya, el Corredor Transístmico y la Zona Libre de la Frontera Norte.

Este primer mes frenético es parte del camino que inició hace más de un año.

El proceso electoral de 2018 será recordado como el de mayor expectativa en México desde el inicio del siglo, por ser un proceso convulso, por el interés despertado por los independientes y por la amplia victoria de Andrés Manuel López Obrador.

El camino de López Obrador fue paulatino, con la experiencia de las campañas de 2006 y 2012 a cuestas, en las que arrastraba a uno o más partidos, en las que tuvo votaciones copiosas, pero fue superado por sus contrincantes.

Sus recorridos por el país entre campañas parecían no tener sentido, sin embargo, el fin era tener un conocimiento profundo de México y el acercamiento con la gente.

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