Lo que el Consejo de Cuenca de los ríos Grijalva y Usumacinta planteó al ayuntamiento tuxtleco, de actuar con firmeza para retirar bardas y viviendas que de manera ilegal obstruyen los 21 afluentes del río sabinal y con ello evitar inundaciones, tiene una trascendencia que no puede tomarse a la ligera.
La segunda lluvia importante de la temporada del pasado martes, una vez más exhibió la vulnerabilidad de nuestra ciudad frente a estos fenómenos y la carencia de cultura en el manejo de la basura que no es solo responsabilidad de la autoridad sino también de la población.
Y es que, para nadie es un secreto que nuestra capital tuvo y sigue teniendo, un crecimiento anárquico, donde todo mundo hace lo que quiere y no hay quién le diga nada.
Los constructores de viviendas, por ejemplo, tienen una parte de culpa. Han edificado fraccionamientos sobre escurrimientos que proceden de los cerros que nos rodean y lo único que hacen es rellenarlos con escombro. A la larga, la naturaleza cobra la factura, pero no lo pagan ellos, sino los propietarios de las casas o las autoridades que tienen que buscar solución al problema.
Otros, de manera particular, se han adueñado de las márgenes de los arroyos y han levantado bardas para agrandar sus propiedades.
No ha habido planeación, ni honestidad, por eso padecemos las consecuencias.
Las recientes lluvias de poca duración, otra vez, causaron cuantiosos daños materiales por los cuatro puntos cardinales de la capital.
Lo bueno, es que, hasta el momento, no hemos tenido una precipitación pluvial de mucha intensidad que de llegar a ocurrir, ¡Dios nos agarre confesados!…