Mañana se cumple una semana de la tragedia que causó conmoción mundial y luto en la afición deportiva.
Nos referimos al avionazo de la Línea Aérea Mérida Internacional de Aviación (lamia), en que perdieron la vida 71 pasajeros, entre ellos los integrantes del equipo brasileño Chapecoense cuando apenas faltaban quince minutos de vuelo para llegar a su destino: Medellín, Colombia, en donde al día siguiente se enfrentarían al atlético nacional de ese lugar, por la copa sudamericana.
Los jugadores habían salido de su natal chapecó y abordado la aeronave en Sao Paulo, Brasil. Todo era alegría y optimismo por obtener el campeonato, cuando el avión en que viajaban se estrelló en el cerro gordo, en territorio de la unión, Antioquia, cerca de Medellín.
La versión oficial que se difundió en los días siguientes al lamentable percance, fue que a la aeronave se le agotó el combustible, aunque las investigaciones continúan. También durante casi toda la semana las autoridades y cuerpos de rescate se dedicaron a localizar los restos de las víctimas para entregarlas a sus deudos.
Es una tragedia que enluta a muchos hogares y que impactó a la comunidad internacional, lo cual nos remontó a otro accidente fatal en que estudiantes y deportistas a bordo de un avión uruguayo se estrellaron en la cordillera de los Andes el viernes 13 de octubre de 1972. En aquella ocasión de los 45 pasajeros, 12 fallecieron al momento del impacto y 12 a causa del hambre y el frío ya que padecieron temperaturas de hasta 30 grados bajo cero. Sin embargo, al final, 16 de ellos sobrevivieron y aparecieron en las montañas chilenas, el 22 de diciembre, más de dos meses después, cuando ya nadie los buscaba, y fueron socorridos por un arriero a quien han recordado y agradecido toda su vida.
Éste, como aquel acontecimiento de hace 44 años, nos hacen reflexionar en la fragilidad de la vida.
Nadie sabe, por bueno, famoso e importante que sea, el día en que partirá de este mundo…
Ningún ser humano, tiene fecha de caducidad…
Y hoy que estamos a pocos días de las fiestas navideñas, nos hace renovar la esperanza y también recordar al poeta Manuel Acuña cuando dice:
Que al fin esta existencia es transitoria,
A la que tanto afán se adhiere,
La materia inmortal como la gloria,
Cambia de forma, pero nunca muere”