Alejandro Fernández ofrece sentido homenaje a su padre

por Notinúcleo

En marzo pasado, El Potrillo desafió su propia estirpe y llenó, una vez más, la Monumental Plaza de Toros México. Anoche, lo volvió a hacer con una gira que no dejó ninguna duda de que su papá, don Vicente Fernández, lo acompaña en todo momento… y más cuando canta.

Un homenaje digno a un rey, reconociendo que lo que hizo don Vicente es atemporal, vigente y eterno. Y no sólo en su música, sino también en el recuerdo de por lo menos 45 mil personas que se reunieron en el recinto de la colonia Nápoles, y en el de su familia que estuvo presente en la primera fila del escenario apoyando y recordando.

Con el sonido de espuelas que caminan engarzadas a lo que podrían ser unas botas, de pronto se escuchó: “Quisiera pedirles que le regalaran un aplauso a uno de mis potrillos, Alejandro Fernández”, era la voz del mismísimo don Vicente que le dio la bienvenida a Alejandro en el escenario 360º del inmueble  donde el homenaje, que fue filmado, comenzó con No me sé rajar.

Ataviado con un traje de charro negro con hilos dorados, sombrero en mano y un bigote que hacía recordar no sólo a su padre, sino también a su personaje en la cinta Zapata, de Alfonso Arau, Alejandro no perdió la oportunidad de hacer cantar a todo pulmón al público con un popurrí de Voy a navegar y Las llaves de mi alma, y aprovechó para lanzarle un beso a su familia.

Y pareciera que el legado más grande que dejó don Vicente no fue sólo su voz, sus canciones y su presencia, sino su familia, que se muestra siempre unida en lo que se refiere a cualquier asunto del patriarca, y esta vez no fue la excepción cuando los Fernández y el público se unieron en una voz para cantar Mi ranchito y Estos celos, haciendo vibrar la Plaza de Toros, y por qué no, dándole un traguito al tequila, por supuesto, de la cava familiar.

“Muy buenas noches, México, de verdad ésta es una de las noches más importantes de mi vida y especiales, tengo el corazón a punto de salirse de mi pecho y como escribí hace unos días, tuve la suerte de nacer con dos grandes bendiciones: la primera ser mexicano, y la segunda ser Fernández.

“Hoy vamos a celebrar la gran vida del charro de México, el gran Vicente Fernández. Viva Vicente Fernández, viva la música y el tequila, Viva México. Hoy vamos a cantar todas las canciones de Vicente a todo pulmón”, lanzó el Potrillo recibiendo como respuesta no sólo los vivas correspondientes, sino también una ovación ensordecedora que no paró.

Así llegaron Que te vaya bonito, Por tu maldito amor, Bohemio de afición, De un rancho a otro y La derrota, canciones que hicieron vibrar a cada uno de los presentes, porque cada uno de esos temas tiene una historia con alguna persona de la audiencia.

Alejandro aprendió bien el oficio y sabe lo que la gente quiere. Su escenario es impecablemente abierto, hay visibilidad desde cualquier lugar de la Plaza, por lo que el buen Potrillo no duda en ir, literal, por los cuatro puntos cardinales, para cantarle a todos y que lo ven y escuchan con Lástima que seas ajena, El cantador, Mi amigo el tordillo —haciendo un homenaje a la parte de crianza de caballos que comenzó don Vicente— y Me voy a quitar de en medio, que sacudieron la velada.

Pero un homenaje al Charro de Huentitán no podía existir sin clásicas como Hermoso cariño,  La ley del monte, De qué manera te olvido, Mujeres divinas, El rey, A mi manera y Volver, volver, con las cuales El Potrillo abrazó el cielo y llevó a 45 mil personas a hacer lo mismo, mientras que, seguramente, don Vicente sonrió y

aplaudió desde allá.

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