Perfil de opinión miércoles 15 de junio

por Notinúcleo Networks

Las granjas avícolas son una importante fuente de empleo para las familias que viven en  sus alrededores y productoras de alimentos, pero también son establecimientos generadores de contaminación para el medio ambiente y directamente causantes de enfermedades para la población.

 

La granja San Antonio por ejemplo,  que se encuentra cercana a los fraccionamientos bonanza y real del bosque, en la capital del estado, se ha convertido en una “pesadilla” para los vecinos de esas y otras colonias de su entorno…

 

Lo mismo sucede con Buenaventura en Villaflores y Avimarca en Ocozocoutla que, aunque tienen instalaciones más sofisticadas, sus plantas procesadoras despiden olores fétidos que resultan insoportables y alteran la salud de quienes residen en comunidades y rancherías cercanas.

 

Y es que cualquier establecimiento de cría intensiva de animales, y en este caso de  aves, arrojan desechos tóxicos como  nitrógeno, fósforo y azufre, mientras que los alimentos que utilizan despiden ácido úrico y amonio, además de que los gases  se dispersan por el aire y por el agua.

 

Investigaciones científicas concluyen que el grado de contaminación es inaceptable y de riesgo para la salud pública y daño al medio ambiente que se traducen en problemas respiratorios, salmonela y trastornos cardíacos, entre otros padecimientos para el ser humano.

 

Luego entonces, lo que falta es que haya un equilibrio entre lo bueno y lo malo para que los daños que causan no sean mayores que los beneficios y para eso se necesita consciencia de los empresarios de ese ramo y voluntad  de las autoridades para cumplir con sus responsabilidades.

 

Las  dependencias que tienen que ver con el funcionamiento de estos negocios a partir de su autorización como tales,  son: la subsecretaría de ganadería y la dirección de sanidad de la SAGARPA, pero quedan relegadas la SEMARNAT, la PROFEPA y sobre todo la secretaría de salud y la comisión  federal para la protección de riesgos sanitarios.

 

De ahí que a los señores granjeros  parece no importarles las protestas y quejas de sus vecinos, porque no hay autoridad que regule el  funcionamiento sanitario de sus negocios y mucho menos que los sancione por estar literalmente envenenando a la población.

 

A ver si ahora si con el cambio de delegado en la SAGARPA toman cartas en el asunto, pues misteriosamente el anterior, Carlos Pedrero Rodríguez, consintió a estas empresas renovándoles los permisos de operación cada año sin que cumplieran con las normas de operación…

 

Hasta el siguiente comentario.

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